lunes, 23 de febrero de 2015

Vida antes de la Gracia

La vida antes de la gracia

Leer | Efesios 2.1-3
22 de enero de 2015
Gracia es el amor inmerecido que Dios muestra a los pecadores. Él manifestó este amor mediante la muerte de su Hijo. Y esa gracia llega a ser nuestra cuando confesamos que somos pecadores y recibimos a Cristo como nuestro Salvador. En virtud de la gracia, somos perdonados por Dios y adoptados en su familia.
El pasaje de hoy describe nuestra vida antes de la gracia —estábamos muertos en delitos y pecados. Esto significa que toda persona nace muerta a las cosas de Dios, pues venimos a este mundo sin vida espiritual. Nuestra naturaleza está inclinada a alejarse de Dios, y nuestro pensamiento y nuestra conducta siguen las cosas del mundo que están bajo el control de Satanás. Su plan siempre se opone al de Dios, y nos lleva a rebelarnos contra los mandamientos divinos.

Antes de tener un encuentro con la gracia, Pablo era muy religioso, pero ciego a la perspectiva y al plan del Señor. Estaba activamente opuesto a quienes seguían a Cristo (Hch 26.9-11). Con el fin de destruir la iglesia, trató de erradicar la fe cristiana, que él consideraba falsa. Pablo siguió persiguiendo a los creyentes hasta que se encontró con Jesús en el camino de Damasco (9.3-6). Solo entonces el futuro apóstol rindió su voluntad a la de Dios, y se convirtió en un fiel seguidor de Cristo.
Si usted no ha puesto su fe en el Salvador, entonces está muerto espiritualmente, separado de Dios, y bajo su condenación. Al igual que Pablo, usted puede ser muy religioso y, sin embargo, carecer de una relación personal con Jesucristo. Dios le ofrece la salvación hoy por medio de la fe en Él. ¿Cómo responderá usted?

Saber esperar en Dios

Saber esperar en Dios

Leer | Salmo 37.1-11
21 de enero de 2015
¿Ha notado usted que, a veces, algunas personas le hacen una pregunta, pero luego salen corriendo antes de que pueda responderles? Nosotros podemos actuar de la misma manera para con el Señor cuando no esperamos en Él.
Para saber esperar en Dios, necesitamos tener:
Fe. Debemos estar dispuestos a confiar en el Señor cuando no sea evidente una solución y no podamos ver una salida a nuestro problema. Meditar en la Sagrada Escritura y aplicarla a las dificultades de la vida dará como resultado una fe fortalecida (Ro 10.17).
Humildad. Al reconocer que no podemos lograr nada aparte de Jesús, debemos estar dispuestos a soportar hasta que Dios nos revele su respuesta (Jn 15.5). Sus caminos son siempre perfectos; nuestro plan más ingenioso no será tan bueno como el suyo.
Paciencia. Una actitud tranquila y una paz interior provienen de creer que el Señor es quien dice ser, y que Él hará exactamente como ha prometido. El Espíritu Santo nos ayudará a enfrentar las circunstancias estresantes sin quejarnos y a aceptar los problemas de la vida, en vez de tratar de manipular una salida.
Valentía. Es propio de la naturaleza humana querer tener el control; anhelamos saber qué va a suceder y cuándo. Hace falta valentía si queremos evitar seguir nuestros planes, o no ceder ante la presión de los demás. Con el poder del Espíritu Santo, podemos mantenernos serenos para esperar en Dios, incluso cuando las personas que nos rodean no aprueben nuestras decisiones.
La sabiduría y las acciones correctas vienen con la búsqueda de Dios y de su voluntad. ¿No quisiera usted tranquilizar su corazón y su mente para escuchar lo que Él quiera decirle?


La recompensa de esperar

La recompensa de esperar

20 de enero de 2015
Todos hemos experimentado tiempos de espera —en los consultorios médicos, en el tráfico, en las tiendas, etc. Mientras estamos allí, lo único que podemos hacer es esperar nuestro turno. En el reino de Dios, la espera está definida como una quietud activa —activa porque seguimos en nuestra situación presente; y quietud, porque nuestra atención está puesta en Él para recibir su guía. Un estilo de vida de quietud activa requiere una actitud resuelta y expectante, una disposición de ánimo paciente y decidida, y un corazón fervoroso y obediente.
Hay recompensas por esperar en el Señor. Una consiste en recibir el poder sobrenaturalpara vivir en santidad. Cuando nos sentimos abrumados, podemos ser tentados a apartarnos de Dios. En otras ocasiones, nuestras agendas nos dejan poco tiempo para pensar. Por tanto, tomamos decisiones apresuradas, adelantándonos a Dios. En cualquier caso, nos arriesgamos a fatigarnos y agotarnos emocionalmente, porque estamos funcionando con nuestras propias fuerzas. Esperar con paciencia en Dios nos dará la energía física y las reservas emocionales que necesitamos para seguir adelante.

He aquí dos beneficios adicionales en cuanto a la espera: Descubrimos la voluntad de Dios, que siempre es para nuestro bien (Ro 8.28), y tenemos la victoria espiritual en las pruebas de la vida.
Nuestro Dios omnisciente y omnipotente siempre actúa en el momento correcto. Por eso, si está pasando por alguna situación en la que desearía adelantarse al tiempo perfecto de Dios, sométase a Él y confíe en que le dará las fuerza para esperar el tiempo que sea necesario.

Lo que significa caminar con Dios

Lo que significa caminar con Dios

Leer | Génesis 6
19 de enero de 2015
Después que recibimos al Señor Jesús como Salvador, su Espíritu habita en nosotros de forma permanente. Sin embargo, hay una diferencia entre tener la salvación, y caminar realmente con el Señor. Ser salvo implica el perdón del pecado y la bendición de la seguridad eterna, mientras que caminar con Dios es un privilegio de cada día.
Para entender esta idea, consideremos el ejemplo de Noé. Génesis 6.9 lo identifica como un hombre que siguió al Señor de una manera agradable a Él. En otras palabras, vivía por fe. Sin duda alguna, Noé no debió haber entendido por completo la orden de Dios de construir un arca. Después de todo, nunca había llovido. Pero debido a que el Todopoderoso habló, Noé creyó y obedeció.

Para nosotros, caminar por fe no tiene que ser algo tan grandioso como construir un arca para salvar la fauna de la destrucción. En vez de eso, es algo más normal, como vivir con las prioridades que agradan a Dios, pasar tiempo en su Palabra, o ser consecuentes con los valores del Señor en un mundo que los desprecia. De hecho, es con frecuencia cuando no hay una crisis o un problema que nos motive, que se revela nuestro verdadero carácter. Cuando somos fieles en las cosas sencillas, normales y rutinarias, nuestro Padre celestial nos confía más.
Creerle a Dios y actuar como corresponde son aspectos importantes para seguirle. ¿Tiene usted esa confianza, que obedece aun cuando la dirección de Dios sea difícil o desconcertante? Pídale que aumente su fe, y renueve su compromiso de obedecerle adonde Él le guíe.

¿Quieres ser sano?

¿Quieres ser sano?

Nos aferramos a nuestras aflicciones porque nos resulta cómodo y familiar; sin embargo, el deseo de Dios es sanarnos. La pregunta es: ¿Dejaremos que lo haga?
por Winn Collier
Si usted ha tenido algún amigo o un miembro de la familia atrapado por una adicción, sabe que, a menos que exista el verdadero deseo de verse libre de esa tenaza que le está quitando la vida, poco cambiará. Tengo una amiga cuya historia incluye una lista larga de decisiones terribles: mala alimentación, sedentarismo, falta de descanso y envolvimiento recurrente en actividades estresantes. Todo esto ha deteriorado poco a poco su cuerpo y su alma. Los médicos le han advertido claramente en cuanto a su salud, y esto la ha atemorizado. Por tanto, durante algunas semanas dirá que está haciendo ajustes radicales. Pero, inevitablemente, vuelve a sus viejos hábitos. La verdad es que ella no quiere cambiar. Prefiere su estilo de vida poco saludable a estar bien. Pero yo no puedo tirarle la primera piedra, pues a veces, veo este patrón en mi propia historia.

La pura verdad es que, si queremos estar bien (ya sea en cuanto a la salud de nuestro cuerpo, o a la restauración de nuestra familia, o tener un vigor renovado en nuestro caminar con Dios), debemos anhelar sinceramente estar bien. Tenemos que avivar nuestras ansias de Dios y de lo bueno; tales deseos profundos no son secundarios —son esenciales. Agustín de Hipona dijo: “La totalidad de la vida de un buen cristiano es, en realidad, una práctica de deseos santos”. Jesús habló mucho de la importancia de prestar mucha atención a los afectos de nuestro corazón, avivando las llamas del hambre por lo bueno, y apagando al mismo tiempo todo fuego falso.
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martes, 17 de febrero de 2015

La verdad en cuanto a los creyentes

La verdad en cuanto a los creyentes

Leer | Juan 15.1-5
17 de enero de 2015
Cuando acepté a Cristo como Señor y Salvador de mi vida, alguien me dijo: “Defiéndete ahora lo mejor que puedas”, lo cual no es un consejo ni bíblico ni útil. Poco después, fui discipulado por cristianos fieles que me enseñaron la verdad en cuanto a la vida del creyente.

Un creyente se identifica como hijo de Dios. Por medio de la oración, tenemos acceso al Padre en todo momento, y podemos vivir confiados en que cumplirá cada una de sus promesas. Ya no somos etiquetados como “pecadores”, pues hemos sido convertidos en santos —en personas salvas por gracia, y separadas para los propósitos de Dios.
Un creyente está posicionado en Cristo. El Espíritu de Dios habita en nosotros para que podamos vivir en santidad como lo hizo Jesús. El pasaje de hoy utiliza la metáfora de la vid para describir esta relación. Nos dice que el Señor es la vid y nosotros las ramas conectadas a Él, alimentándonos de su poder.
La misión de un creyente es mostrar a Cristo al mundo. Nuestra viña debe producir el fruto del amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gá 5.22, 23). Cuando nuestro carácter y nuestra conducta reflejan estos aspectos de la naturaleza del Señor Jesús, ayudamos a los demás a ver la hermosura de una relación con el Señor.
La verdad acerca de los creyentes es que no tenemos que “defendernos ahora lo mejor que podamos”. Dios obra por medio de sus hijos para lograr sus buenos propósitos.

Cómo mantener una actitud joven

Cómo mantener una actitud joven

Leer | Salmo 103.1-5
16 de enero de 2015
Todos queremos vivir a plenitud cada día. Pero, para hacerlo, tenemos que mantener una actitud joven en vez de entregarnos a la vejez y volvernos inútiles para el reino de Dios. He aquí algunas sugerencias para mantener la juventud durante toda la vida.
Primero, necesitamos seguir sonriendo. Nunca nos parecemos más a los niños que cuando nos divertimos con nuestros amigos. Pero, para poder sonreír, tenemos algunas veces que deshacernos del bagaje emocional. Algunas personas han sido heridas profundamente, y tienen la risa enterrada bajo sus aflicciones. Pero aferrarnos a los sentimientos del pasado nos envejecerá rápidamente. El Señor Jesucristo está dispuesto a quitar toda esa fealdad si renunciamos a ella, nos perdonamos a nosotros mismos y perdonamos a los demás, tantas veces como sea necesario.
Segundo, debemos seguir teniendo anhelos. Eso significa que debemos seguir persiguiendo nuestros sueños, y esforzarnos por lograr nuestras metas. Cuando alguien se despierta con algo para hacer o para ayudar a una persona amiga, experimenta más de lo que la vida puede ofrecer. Tan pronto como nos conformamos con ver pasar el mundo, comenzamos a envejecer.

Por último, y lo más importante, debemos seguir apoyándonos en el Señor. Si vivimos con la confianza de un niño, Dios bendecirá nuestra vida y nos usará para bendecir a otros. Él nos dará un sentido de contentamiento tan profundo, que ninguna prueba o ataque espiritual podrá destruirnos.